Hoy voy a compartir con ustedes un gusto un poco extraño que tengo: me encantan los supermercados!!!.
Si me preguntan ¿qué hay de emocionante en las conservas y productos perecederos?, les contestaría que no han puesto atención a nada de lo que he escrito en estos 12 días que lleva mi blog al aire (jijiji) y , también, les diría que tienen que aprender a observar más de cerca.
Yo hace tiempo que aprendí y desarrollé tal conexión con los supermercados que con el tiempo se abrieron ante mí como libros y me mostraron sus secretos mejor guardados. De repente, no todo era latería y frascos sellados al vacío.
En los supermercados me he encontrado con toda clase de objetos maravillosos: una lata de galletas en forma de mapa de Francia con dibujitos de cosas representativas de cada región, una cajita de aluminio que en la tapa trae una litografía de la Recámara en Arlés de Vincent Van Gogh, una caja de cartón para guardar fotos que trae un paisaje de una playa rocosa y un faro, un collar de muchas cadenas, frascos en los que guardo dulces, velas con olor a rosas y vainilla, un suéter de lana italiana, una blusa con un toque bohemio, en fin...
Cuando acompaño a mi mamá, tomo mi propio camino y me pongo a curiosear por los pasillos. Voy uno por uno, revisando minuciosamente hasta el rincón más escondido. Así es como he encontrado estos tesoros.
Hoy como casi todos los días fui al supermercado con mi mamá. Sólo que esta vez no se trataba de un super común y corriente, sino que de un super de especialidades orientales.
Hacía tiempo que tenía ganas de ir, principalmente por el gusto que tengo hacia las culturas del Lejano Oriente. Aunque paso muy seguido enfrente de este lugar, nunca se había presentado la oportunidad de ir.
El sábado pasado fui a comer y al café con una amiga. De repente, vi un objeto que inmediatamente se convirtió en un objeto de deseo. Cuando me dijo en dónde lo había comprado, supe que mi visita a ese super era inminente.
Le conté a mi mamá y planeamos una visita para hoy.
Lo primero que hice al llegar, fue tomar una canastilla. Aún sin haber echado un vistazo, supe que no iba a salir con las manos vacías. Iba con un objetivo en mi mente pero estaba abierta a otras posibilidades.
Las primeras cosas que llamaron mi atención fueron los monederos con motivos chinescos, las alcancías gatunas, los abanicos de papiro y las sombrillas de mala calidad pero con un lindo diseño.
Después me sorprendí con la cantidad de conservas provenientes de China, Corea y Japón, la mayoría envasadas en curiosas latas de metal que pueden servir para guardar otras cosas cuando se terminen.
La parte de la suerte fue una de las que más me llamaron la atención. Había amuletos materializados en diversas formas y texturas: charms para el celular, pulseras, sobres para que se multiplique el dinero y adornos de espejos para las paredes y puertas.
El anaquel de las botanas era el más solicitado: tostaditas de arroz, cacahuates japoneses, ajo en hojuelas y comida que no logré descifrar qué era.
Cardomomo, comino, hinojo, curry en polvo y lavanda se atravesaron en mi camino para abrirme paso al área con la que quedé fascinada: la de los tés!!!.
En esta parte encontré una selección de tés de todos los países orientales. Té verde, té de jazmín, té de hierbas aromáticas, té negro y té rojo. Todos en presentaciones diferentes que iban desde las latas con samurais dibujados, pasando por la típica cajita de cartón, hasta bolsas con 90 saquitos de té.
Finalmente, llegué al lugar en donde se encontraba mi objeto de deseo. Me tardé cerca de 40 minutos en escogerlo pero creo que hice la elección correcta. En la foto pueden apreciar que se trata de un lindo llavero Harajuku.
Al llegar a la caja, me encontré con una última sorpresa: unos deliciosos palitos de pan cubiertos de chocolate y almendras.
Pagué y salí satisfecha con mi compra. Me encantó esta experiencia. Había cosas interesantes y chucherías, pero como dice mi amiga "es parte del encanto oriental".
Por un momento me desconecté del mundo exterior y estuve inmersa en un mundo de tazas de porcelana, sake y palillos chinos.
La segunda canción del día es Eucalyptus de The deadly syndrome.
Ana Caro.
Si me preguntan ¿qué hay de emocionante en las conservas y productos perecederos?, les contestaría que no han puesto atención a nada de lo que he escrito en estos 12 días que lleva mi blog al aire (jijiji) y , también, les diría que tienen que aprender a observar más de cerca.
Yo hace tiempo que aprendí y desarrollé tal conexión con los supermercados que con el tiempo se abrieron ante mí como libros y me mostraron sus secretos mejor guardados. De repente, no todo era latería y frascos sellados al vacío.
En los supermercados me he encontrado con toda clase de objetos maravillosos: una lata de galletas en forma de mapa de Francia con dibujitos de cosas representativas de cada región, una cajita de aluminio que en la tapa trae una litografía de la Recámara en Arlés de Vincent Van Gogh, una caja de cartón para guardar fotos que trae un paisaje de una playa rocosa y un faro, un collar de muchas cadenas, frascos en los que guardo dulces, velas con olor a rosas y vainilla, un suéter de lana italiana, una blusa con un toque bohemio, en fin...
Cuando acompaño a mi mamá, tomo mi propio camino y me pongo a curiosear por los pasillos. Voy uno por uno, revisando minuciosamente hasta el rincón más escondido. Así es como he encontrado estos tesoros.
Hoy como casi todos los días fui al supermercado con mi mamá. Sólo que esta vez no se trataba de un super común y corriente, sino que de un super de especialidades orientales.
Hacía tiempo que tenía ganas de ir, principalmente por el gusto que tengo hacia las culturas del Lejano Oriente. Aunque paso muy seguido enfrente de este lugar, nunca se había presentado la oportunidad de ir.
El sábado pasado fui a comer y al café con una amiga. De repente, vi un objeto que inmediatamente se convirtió en un objeto de deseo. Cuando me dijo en dónde lo había comprado, supe que mi visita a ese super era inminente.
Le conté a mi mamá y planeamos una visita para hoy.
Lo primero que hice al llegar, fue tomar una canastilla. Aún sin haber echado un vistazo, supe que no iba a salir con las manos vacías. Iba con un objetivo en mi mente pero estaba abierta a otras posibilidades.
Las primeras cosas que llamaron mi atención fueron los monederos con motivos chinescos, las alcancías gatunas, los abanicos de papiro y las sombrillas de mala calidad pero con un lindo diseño.
Después me sorprendí con la cantidad de conservas provenientes de China, Corea y Japón, la mayoría envasadas en curiosas latas de metal que pueden servir para guardar otras cosas cuando se terminen.
La parte de la suerte fue una de las que más me llamaron la atención. Había amuletos materializados en diversas formas y texturas: charms para el celular, pulseras, sobres para que se multiplique el dinero y adornos de espejos para las paredes y puertas.
El anaquel de las botanas era el más solicitado: tostaditas de arroz, cacahuates japoneses, ajo en hojuelas y comida que no logré descifrar qué era.
Cardomomo, comino, hinojo, curry en polvo y lavanda se atravesaron en mi camino para abrirme paso al área con la que quedé fascinada: la de los tés!!!.
En esta parte encontré una selección de tés de todos los países orientales. Té verde, té de jazmín, té de hierbas aromáticas, té negro y té rojo. Todos en presentaciones diferentes que iban desde las latas con samurais dibujados, pasando por la típica cajita de cartón, hasta bolsas con 90 saquitos de té.
Finalmente, llegué al lugar en donde se encontraba mi objeto de deseo. Me tardé cerca de 40 minutos en escogerlo pero creo que hice la elección correcta. En la foto pueden apreciar que se trata de un lindo llavero Harajuku.
Al llegar a la caja, me encontré con una última sorpresa: unos deliciosos palitos de pan cubiertos de chocolate y almendras.
Pagué y salí satisfecha con mi compra. Me encantó esta experiencia. Había cosas interesantes y chucherías, pero como dice mi amiga "es parte del encanto oriental".
Por un momento me desconecté del mundo exterior y estuve inmersa en un mundo de tazas de porcelana, sake y palillos chinos.
La segunda canción del día es Eucalyptus de The deadly syndrome.
Ana Caro.
Anita, entendí perfecto a lo que te referías! jaja la vdd es que sí, me limité a ropa solamente, pero es vdd, encuentra de todo, vasos, tazas!! yo amo las tazas de los super, de hecho hace un tiempo nos compramos unas que me fascinan, blancas y cada una con motivos diferentes , estrellas de colores, líneas horrizontales círculos ... pero todas perteneciendo a una misma línea de diseño ... he encontrado cada cosa para la cocina, joyas!, en donde me gusta chacharear mas es en waldo's! jajaja, ahí me conseguí unas bolas disco de colores hermosas, y a unos 15 el paquete,jaja ... es que sabes? creo en eso (también) nos parecemos, siempre que visito alguna tienda, por muy "fea" que se vea, sé que todas tienen algo rescatable.
ResponderEliminarAnita te adoro por todo lo que eres! y adoro nuestra amistad, es realmente prueba de que nunca nos separamos.
Ayyy qué padre, Itzelita!!!. Las cosas de cocina son maravillos.
ResponderEliminarSí, tienes razón, nos parecemos mucho en muchas cosas, por eso somos amigas!!!!.
Gracias por las cosas tan bonitas que me dices, en verdad que nuestra amistad es a prueba de tiempo jajaja.